Mientras los mercados esperaban una relajación monetaria más contundente, la Reserva Federal optó por la prudencia. Las previsiones actuales contemplan ahora solo dos recortes de tipos de aquí a 2025 —frente a los cuatro anunciados en septiembre pasado—, lo que situaría los tipos en torno al 3,75 % – 4 %. Esta revisión a la baja refleja una Fed más cautelosa ante las múltiples incertidumbres económicas y políticas que se avecinan.
Sin embargo, más allá de estas previsiones oficiales, varios analistas cuestionan incluso la posibilidad de que se realicen esos dos recortes. Roger Hallam, jefe global de renta fija en Vanguard, advierte: “lo que parece un primer recorte podría convertirse rápidamente en una larga pausa”. Es decir, si las señales económicas siguen siendo ambiguas, la Fed podría actuar solo una vez… o no hacerlo en absoluto.
En este escenario toma forma una hipótesis alternativa, menos probable pero nada descartable: una nueva subida de tipos en 2025. ¿Por qué? Porque, pese a los recortes ya efectuados este año, la inflación sigue siendo motivo de preocupación. De hecho, la Fed ha revisado al alza sus previsiones inflacionarias, reafirmando su compromiso con la estabilidad de precios. Si la economía estadounidense mantiene su dinamismo —impulsada por políticas de estímulo o un consumo robusto—, un nuevo repunte inflacionario podría obligar al banco central a endurecer nuevamente su política.
Las políticas de Donald Trump, especialmente en materia arancelaria, han deteriorado la confianza de los consumidores y contribuido al repunte inflacionario. La incertidumbre derivada de su enfoque comercial errático, junto con medidas proteccionistas y despidos recientes, ya han debilitado a la economía. En otras palabras, es posible que aún no hayamos alcanzado el punto máximo de los tipos.
No se trataría, en cualquier caso, de un retorno abrupto a las subidas agresivas de 2022 o 2023, sino más bien de una normalización cautelosa, donde la Fed mantendría tipos elevados durante más tiempo del previsto. Un tipo de interés cercano al 4 %, en un entorno con inflación estabilizada en torno al 2 %, podría convertirse en la nueva norma.
Para empresas y prestatarios, esto implica repensar las estrategias financieras en un contexto de crédito estructuralmente más caro. La era del dinero casi gratuito ha terminado. Y aunque una subida de tipos no sea hoy el escenario central, el mero hecho de que siga siendo posible basta para mantener un clima de incertidumbre.