La política comercial ultraprotectora de Donald Trump podría desencadenar consecuencias globales. La historia ya ofrece un antecedente inquietante: en 1930, la aprobación de la ley arancelaria Smoot-Hawley agravó la Gran Depresión, empujando a Estados Unidos y al resto del mundo a una de las peores crisis económicas del siglo XX. Hoy, casi un siglo después, Trump parece dispuesto a repetir el error.
El expresidente —reelegido en noviembre de 2024— ha anunciado un nuevo paquete de aranceles que sacude los cimientos del comercio global. A partir del 2 de abril de 2025, el llamado “Día de la Liberación”, EE. UU. impondrá un arancel del 25% a todas las importaciones de automóviles y autopartes. Trump lo ha presentado como un acto de “soberanía económica” y asegura que esta vez no habrá marcha atrás: “Es permanente. Al 100%”, declaró.
Pero la medida carece de justificación económica y lógica racional. ¿Qué presidente impondrá aranceles, de la noche a la mañana, a sus vecinos, aliados estratégicos y principales socios comerciales? Lo hace, además, en contra del consenso de la mayoría de los economistas, que advierten sobre el riesgo de una recesión global.
La industria automotriz —motor de la economía alemana y pilar clave para países como Japón, Corea del Sur y México— será una de las más afectadas. Los nuevos aranceles podrían desencadenar una ola de represalias, provocar inflación, aumentar la incertidumbre en los mercados y frenar la inversión. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo calificó como “un golpe duro para la economía mundial”, advirtiendo que las consecuencias podrían sentirse durante años.
El Fondo Monetario Internacional, en su informe del 22 de abril, revisó a la baja sus previsiones de crecimiento global: un 2,8% para 2025 y un 3% para 2026, tras haberlas cortado 0,5 y 0,3 puntos porcentuales, respectivamente, solo en los últimos tres meses.
Ante este escenario, los países exportadores están reaccionando. China, Japón y Corea del Sur han acelerado negociaciones para establecer un acuerdo de libre comercio que les permita reducir su dependencia del mercado estadounidense. México, por su parte, ajustó a la baja su proyección de crecimiento para 2025, llevándola a un rango de entre el 1,5% y el 2,3%.
Trump promete una “nueva edad dorada” para la economía estadounidense. Pero lo que se vislumbra es un horizonte marcado por tensiones comerciales, inestabilidad financiera y cambios estratégicos profundos en el orden económico global.